La
difícil tarea de escribir sobre la primavera en el altiplano.
Bajo la mirada, estoy
descalzo sobre el pasto, siento cómo su frescura recorre lentamente mi cuerpo,
es energía pura, me siento como Goku, haciendo la Genkidama, toda la naturaleza
cediéndome su energía, ya tengo la genkidama lista, y estoy apuntando a un
edificio maloliente, color gris, esta infestado de ratas, creo que le dicen
municipio. Que la fuerza de la naturaleza elimine esa muestra huachafa de la
gran arquitectura puneña y la tiña de verde, de plantas, de bichitos, de
humedad, de fragancia.
Eran las doce cuando
desperté, me había quedado dormido en una banca de la plaza de armas justo
frente a la municipalidad. Llegue ahí luego de haber hecho una cola de mierda
tan inmensa como la cola de la señora gorda que me atendió y que aplastaba sin
vehemencia la pobre silla donde descansan sus posaderas. Había perdido un par
de horas, todo ese tiempo de pie, sentía que los pies estaban hinchados. Cuando
salí, busque un lugar donde descansar un momento, hasta que llegué a una banca
de la Plaza de Armas, en el que me apoltrone con júbilo y me quede dormido.
Había llegado ahí en
busca de oxígeno, me sentía estresado, cansado, necesitaba respirar, y si hablamos
de oxígeno, inmediatamente pienso en árboles, plantas, flores, de las cuales
uno se renueva de energía, uno cambia hasta el ánimo, estudios afirman que se
elimina el estrés simplemente respirando bien y que mejor con aire puro y
limpio.
Tome
asiento y antes de soñar con la Genkidama,
me había puesto a leer un poema de Rosa González Álvarez que titula mundo
Innatural y en ese mar de letras quede sumergido en el más profunda vergüenza como
hombre, no conozco personalmente a Rosa pero cuando la leía sin duda escuchaba
una voz femenina que decía:
Por
la vida me hallé, caminos intransitables, por los seres humanos inaceptables.
Ví,
que lloraba la tierra y se abría a gajos, como una naranja podrida. Y se
formaron cimientos, en los verdes yacimientos.
Se
desperdigaron los mares, que tras sus ondas, se llevaban sus mares.
Y
volví la vista atrás, y descubrí fuegos, por todo el territorio de nuestro
atlas.
Y
sentí el gran gemido de los animales, que buscaban el fin de tantas
atrocidades.
Seguí
la senda, donde el horizonte se pierde y encontré muerte, inseguridad,
intolerancia; precipicios y gente sorda y ausente.
Volé
los cielos y no me topé con sus brillos y sus luceros.
Ataviado
se veía, por una capa sucia y descolorida.
Me
giré al lado opuesto del universo y mis ojos se abrieron ante tanto horror,
porquería y estúpido mundo perverso.
Y
las flores, árboles, que en él había, solo hablaban del dolor que les conmovía.
Esa
soga, que su cuello cubría, como el condenado a muerte,
Que
tan solo espera del verdugo su gran perdón.
Cuando
terminé de leer ese poema, sin duda pensé en destruir la Municipalidad y
plantar allí muchas plantas, arboles, pero obviamente solo fue o es un sueño.
Siempre
se asoció la primavera con los jóvenes, y en ellos está el futuro, en ellos
está la esperanza de mantenernos aun en un mundo sostenible, un mundo en que se
pueda criar la vida, criar la naturaleza y no destruirla, o venderla como
mercancía. Sin embargo mucha de la juventud está dormida o encerrada en unas
cabinas pestilentes jugando dota, call
of duty, y cuando sale de ella, de las cabinas pestilentes, comienza a
buscar pokemones, pero también hay otros
jóvenes que la están haciendo linda, conforman colectivos ecológicos,
pro-derechos de los animales, etc.
En
fin hay mucho que decir y hacer, pero por ahora tengo que agradecer al poema de
Rosa que hizo que esta composición llegue a la exigencia mínima, más de una
cara.